Los samuráis y su
modo de vida fueron oficialmente abolidos en los primeros años de 1870.
Pero no fueron
olvidados del todo. Aún hoy, existen leyendas que nos hablan de ellos y de los
principios por los que se regían. Valores que no deben de faltar en nuestras
vidas.
Como en la
historia de Kan, el pequeño aprendiz de Samurai.
Hoy era un día feliz
para Kan, hoy cumplía 12 años y su padre había prometido concederle el mayor de
los tesoros. Una espada de Samurai. Naturalmente no sería una espada de doble
diamante como la de su padre, sería una sencilla espada katana. Lo demás habría
de ganárselo por sí mismo. Era un inmenso honor el que le hacía su padre. A
partir de ahora dejaba de ser un niño para convertiste en todo un aprendiz de
Samurai. Un brillante futuro se presentaba por delante si estaba dispuesto a
aprender y a trabajar. Y kan lo estaba desde lo más profundo de su corazón.
Su padre Kazo estaba
frente a él, solemne e imponente como era natural en su persona. El anciano
Samurai aparentaba mucha menos edad de la que realmente tenía, solo su larga
cabellera blanca y unos ojos llenos de sabiduría rebelaban su verdadera edad.
Su armadura de General Samurai reflejaba los dorados rayos del sol como si
fuera de oro mientras que los dobles diamantes engastados en la empuñadura de
su propia espada katana formaban un doble arco iris enlazado en su base. Kazo
había luchado mil batallas y formado a cientos de Samurais, y por fin hoy iba a
instruir a su propio hijo. Un acontecimiento que llevaba esperando desde hace
doce años. En sus manos sostenía la futura katana de su hijo, un arma poderosa
que debía usarse con sabiduría. Kan debía entender que lo más importante de un
Samurai no era su arma, sino su sabiduría y su honor.
La cara de Kan
resplandeciente de honor y gozo al recibir su espada, llenó el corazón de su
padre de un orgullo como nunca antes había sentido. Ahora ya era oficial, el
joven aprendiz había superado todas las sutiles trampas que se le habían
tendido y por sus propios méritos se había convertido en uno más del clan.
Esa misma noche, después
de las celebraciones y las risas, padre e hijo se sentaron juntos alrededor de
la hoguera. La noche era cálida y en el cielo lucían las estrellas como
luciérnagas en un estanque, la Luna llena brillaba con fuerza, como si quisiera
arropar al joven Samurai con sus rayos de luz.
- Hijo mío - La voz de
Kazo era grave, relajante y penetrante como las caricias de una madre - Hoy has
dado un paso muy importante en tu vida. Has dejado de ser una persona normal,
has dejado el bosque para introducirte en el camino de la vida por el sendero
del Samurai. Has superado la trampa invisible que tienden los fantasmas del
miedo y del fracaso. Nunca luches contra los fantasmas del miedo, ellos harán
que todos los problemas parezcan agolparse para vencerte y doblegarte, cuando
estos fantasmas te ataquen, no te defiendas, sigue adelante enfrentándote a los
problemas uno a uno. Ese es el único secreto del éxito hijo mío.
- Si padre, estas
semanas las dudas recorrían mi mente - Kan miraba a la Luna en busca de fuerzas
para expresar lo que había sentido - no sabía si sería capaz de llegar al
final, tenía miedo de entrar en la senda del Samurai por miedo al fracaso, por
miedo a decepcionarte, por miedo a que se rieran de mi los demás mientras no
domine todas las técnicas como lo hace un Samurai de verdad. Era un dolor
intenso - dijo mientras su mano se posaba en su estomago - como si me clavaran
afiladas agujas en el estomago. Pero me di cuenta que si no empezaba, habría
fracasado aun antes de intentarlo. - Sus ojos se clavaron en los de su padre -
No sé si llegaré algún día a ser un Samurai tan bueno y poderoso como tú padre,
pero ten por seguro que lo intentaré con todas las fuerzas de mi ser, nunca me
rendiré al camino. Siempre seguiré adelante.
Kazo no podría estar más
orgulloso. Su hijo poseía una fuerza que le conduciría allí donde él quisiera.
Porque nadie mejor que el viejo Samurai sabía que el mayor secreto para
conseguir en la vida lo que se desea es el no rendirse jamás. A su tierna edad
ya conocía ese secreto, sin duda llegaría muy lejos, mucho más lejos que su
padre el General de Generales.
- Hijo, ahora eres parte
de los Samurais y por lo tanto has de regirte como tal - El viejo Samurai cogió
un grueso leño y se lo paso a su hijo. - Parte este leño hijo mío, se que
puedes hacerlo.
- Pero padre, este leño
es muy grueso, - dijo el joven abatido - y yo solo tengo doce años, aun no soy
un hombre maduro. No tengo la fuerza suficiente.
- Claro que tienes la
fuerza hijo, pero tu fuerza no está en tus músculos - sentenció a la vez que
rodeaba con su grande y cálida mano el estrecho brazo de su hijo - Si no en tu
cabeza, es en tu inteligencia y en tu fuerza de voluntad donde posees la
energía suficiente para realizar todo aquello que desees. Si piensas que no
eres capaz de hacerlo... seguramente nunca serás capaz. Sin embargo, si estás
convencido de que es posible, y desde el fondo de tu corazón brilla la verde
llama de la esperanza y la fe en ti mismo. Podrás hacer lo que desees, solo
habrás de buscar el medio.
- Pero padre... - Kan
quería creer a su padre, era un Samurai y los Samurais nunca mienten. Entonces
debía existir una forma... pero cual - ¡Ya se! Ahora yo también soy un Samurai,
¡puedo hacer lo imposible!
Y desenfundando por
primera vez su espada katana lanzó con todas sus fuerzas un terrible golpe
contra el tronco... consiguiendo que la katana se incrustara fuertemente dentro
del tronco. Kan intentó sacarla de un tirón, pero sus esfuerzos eran inútiles.
Estaba demasiado fuertemente enganchada
- Tu intento ha sido
digno de elogio Kan, pero has de aprender antes de hacer. - El viejo Samurai
tomo entre sus manos la espada de su hijo y con un giro rápido de muñeca
extrajo la espada del tronco. - Has de fijarte pequeños objetivos, fáciles de
cumplir con tus capacidades, para conseguir lo que deseas. - Dicho esto
devolvió la espada a su hijo. - Primero intenta crear una zanja en el tronco,
no de un golpe directo, si no de dos curvos que te ayuden a debilitar la rama.
Kan lanzó un tajo curvo
y cortante que hizo saltar unas astillas del tronco, a continuación lanzó otro
en dirección opuesta que hizo que casi la mitad del tronco se dispersara por el
suelo. Animado repitió la operación y unos instantes después el grueso tronco
reposaba en el suelo, partido en dos pedazos y un montón de astillas.
- Tienes razón padre! El
tronco entero era demasiado para mí, pero poco a poco he logrado debilitarlo y
al final yo he vencido.
- Siempre existe una
manera - La voz del viejo Samurai penetro en los oídos de su hijo grabando
estas palabras a fuego - siempre existe una manera de lograr lo que deseamos. Ante ti tienes las
tres armas más poderosas que has de utilizar. - le dijo el anciano Samurai.
- ¡Cuales! dímelo - su
ilusión ante la perspectiva de tener más armas era enorme.
- La primera el
Entusiasmo, si crees en lo que haces y de verdad te gusta podrás conseguirlo
todo y debes creerlo con toda la fuerza de tu ser.
Kan asintió con la
cabeza, temeroso de interrumpir a su padre.
- La segunda ¡El Empuje!
Has de aprender y trabajar, aprender y trabajar y después... enseñar, aprender
y trabajar. Solo con el trabajo conseguirás tus objetivos. Si pretendes
aprovecharte de la gente solo encontraras el fracaso, sin embargo, si trabajas
con honor, en equipo y siempre intentas superarte... no habrá nada que pueda
pararte.
Kan poso la mano en su
corazón y se prometió a sí mismo, en absoluto silencio que siempre trabajaría
con honor y que nadie le pararía.
- Y la tercera, la Constancia - los ojos de Kan preguntaban a
su padre que era la constancia, acaso no era lo mismo que el empuje
- La Constancia hijo
mío, es la capacidad de aguantar en los tiempos duros y seguir trabajando para
que vengan los tiempos buenos, la constancia es el arte de continuar siempre!
Tú ahora acabas de empezar y mañana empezarás a practicar con los Samurais. Al
principio, después de cada entrenamiento, te dolerán los músculos y estarás
cansado, tendrás ganas de abandonarlo todo porque pensarás que esto es
demasiado duro para ti. Pero si eres Contante y continúas aprendiendo y
practicando, poco a poco tu cuerpo se irá adaptando y desarrollando, así como
tu mente. Y veras como cada vez las cosas te resultarán más fáciles y obtendrás
más resultados y más fácilmente. Los comienzos son siempre duros hijo, y solo
si eres constante tendrás el éxito asegurado.
Kazo vio como su joven
hijo asentía medio dormido. Ya era tarde y hoy había aprendido más que en toda
su vida. El viejo Samurai cogió a su joven hijo, ahora aprendiz de su arte, en sus brazos levantándolo, a pesar de su
avanzada edad, como si de una pluma se tratara.
Su hijo le susurro algo
al oído como "gracias papa!" antes de quedarse dormido. El general de
generales se preguntó si realmente su hijo seguiría al pie de la letra todos
los consejos que hoy había aprendido. Sabía que si así lo hacía llegaría aun
más alto de lo que él, general de generales, había logrado.
Fin
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