Ilustración: Martina Peluso |
H
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ubo una vez una princesa
increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos que se
acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con
quien le llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio
se llenó de flores y regalos de todos los tipos y colores, de cartas de amor
incomparables y de poetas enamorados. Y entre todos aquellos regalos
magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra. Intrigada, hizo
llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar muy
ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo:
- Esa piedra representa lo más
valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera,
porque aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de
amor se ablandará y será más tierno que ningún otro.
El joven se marchó
tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y atrapada. Quedó tan
enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y durante meses llenó
al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro como la
piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al
momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una
bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el
fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo importante.
Durante los meses siguientes,
la princesa se propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su
vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo importante. Acabó
con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país tuvieron comida y
libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su carácter y
cercanía, y su sola presencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto
hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de
fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días
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