Hola a todos!!!!
Se acerca la Navidad y como en años anteriores vamos a recibirla con mucha ilusión, y con nuestro concurso:
"UN CUENTO, UNA TARJETA"
Desde aquí os animamos a que vengáis a la biblioteca los días 14, 15 y 16 y después de leer un cuento participéis en el concurso ilustrando una tarjeta Navideña.
¿¿Os atrevéis??
Aqui os dejamos uno de los cuento que tenemos para vosotros.
Oso estaba escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque sabía que era el desencadenante de la situación, pero había que ser valiente y afrontar las consecuencias de los propios actos, así que se decidió a salir, aunque tímidamente.
©Helena López-Casares Pertusa
Se acerca la Navidad y como en años anteriores vamos a recibirla con mucha ilusión, y con nuestro concurso:
"UN CUENTO, UNA TARJETA"
Desde aquí os animamos a que vengáis a la biblioteca los días 14, 15 y 16 y después de leer un cuento participéis en el concurso ilustrando una tarjeta Navideña.
¿¿Os atrevéis??
Aqui os dejamos uno de los cuento que tenemos para vosotros.
Erase una vez
un bonito pueblo en medio de un frondoso y colorido bosque habitado por unos
alegres animales. Cada año, con la caída de las primeras nieves y la llegada de
las estrellas de luz, se reunían en torno al Gran Árbol para preparar la
Navidad y conocer una de las noticias más esperadas de la temporada: el nombre
del ganador del concurso de teatro, que se encargaría de dirigir la función de
Nochebuena.
En aquella
época, todas las actividades que realizaban tenían como objetivo la
convivencia, el fomento de la amistad y la diversión. La exhibición de cocina,
organizada por la Señora Ardilla, hacía las delicias de los más comilones, pues
los platos presentados eran degustados al finalizar la competición. Los más
pequeños participaban en la tradicional Carrera de Hielo, que tenía lugar en el
lago helado y acudían cada tarde a los ensayos de la Señorita Ciervo, la
directora del coro que alegraba con sus villancicos todos los rincones del
bosque. Y, por supuesto, estaba la mejor noche de todas: la Nochebuena, en la
que se representaba la obra ganadora, que siempre tenía como tema central la
amistad.
Cada año, el
Señor Búho, como director de la escuela de teatro, seleccionaba una pieza de
entre todas las que enviaban los animales aspirantes a ser los elegidos para
llenar de paz los corazones de los habitantes del bosque, pero ese año…
-Bienvenidos
todos a la reunión preparatoria de la Navidad –dijo el Señor Búho posado en la
rama más robusta del Gran Árbol. Este año, la elección de la obra ha estado muy
reñida porque todas las propuestas eran de gran calidad, pero había que elegir
un ganador. Así que sin más dilación demos un aplauso al Sr. Conejo, autor de
la obra Salvemos el bosque, que podremos ver en Nochebuena.
-Gracias,
gracias, es un honor para mí –exclamaba Conejo entre vítores y aplausos.
-Bien, pues ya
sabéis que mañana a las diez darán comienzo las pruebas de selección de
actores. Rogamos puntualidad a los interesados –concluyó el Sr. Búho.
Al día
siguiente, a la hora convenida, había una considerable cola a la entrada del
teatro. Al ser un musical, las pruebas se centraron en las habilidades de canto
y baile, pues eran requisitos imprescindibles. La obra contaba la trama de un
guardabosque que debía salvar la flora de un malvado leñador, obsesionado con
cortar un árbol milenario y arrasar todo lo que se pusiera en su camino. En su
lucha por preservar el entorno natural, el guardabosque contaba con la
inestimable ayuda de sus fieles amigas, un girasol y un lirio que ponían su
astucia al servicio de la noble causa.
Tras varias
horas, los papeles quedaron repartidos de la siguiente manera: el Sr. Oso haría
de guardabosque, Castor sería el vil leñador, la Sra. Pata representaría al
girasol y la Sra. Lince, al lirio.
Al principio
todo marchaba estupendamente, los actores estaban contentos con sus papeles y
trabajaban duro para perfeccionar sus actuaciones, dejándose la piel en escena,
hasta que hizo su aparición el peor y más temido de los fantasmas: la envidia.
-No sé Conejo,
creo que Castor tendría que tener un poco más de protagonismo. El papel del
leñador está lleno de matices y podríamos crear unos espectaculares efectos
especiales que dejarían al público boquiabierto –dijo el Sr. Búho en uno de los
ensayos.
-Sí Búho, puede
que tengas razón y deba retocar el texto para darle más peso a Castor y
proyectar toda la fuerza del personaje. Podemos hacer un juego de luces y
sombras cada vez que aparezca y realzar su papel.
Ante estas
palabras Castor se puso muy contento, pues estaba muy ilusionado con la obra,
pero Oso no lo vio con los mismos ojos. Si a Castor le daban más protagonismo,
eso significaba que él dejaría de ser el protagonista absoluto y eso no le
gustó nada. Es más, pensó que Búho y Castor lo estaban haciendo a propósito.
El ensayo del
día siguiente fue un caos. En lugar de avanzar, daban pasos hacia atrás. Oso no
colaboraba y Castor, que se había dado cuenta de lo que estaba pasando y de que
Oso quería boicotear su actuación, estuvo muy arisco.
Por si fuera
poco, el vestuario también había sido fuente de conflictos entre las chicas. La
Sra. Pata consideraba que el vestido de la Sra. Lince era más llamativo y que
debían haberlo echado a suertes.
-No entiendo
por qué el traje del lirio tiene que ser más bonito que el del girasol. ¿Quién
ha elegido el vestuario? No estoy de acuerdo –chillaba Pata.
La tensión en
el escenario se podía cortar y desastre no se hizo esperar. Así, durante el
ensayo de la escena final, que reunía a todos los actores en el escenario para
interpretar el número final, comenzaron a empujarse unos a otros con tal brío
que parte del decorado se rompió y el árbol se vino abajo.
-Orden, orden,
pero bueno ¿qué pasa? –preguntó Conejo encolerizado. Habéis echado a perder el
trabajo de varios días y de todos los que han colaborado en la puesta en
escena. Quedan sólo dos días para Nochebuena, pero si tuviéramos más tiempo os
echaría a todos de la obra. Se acabó el ensayo por hoy. Fuera todos de mi
vista.
Conejo estaba
rabioso, no entendía nada. Pero ¿cómo podían pelearse por una cosa así? Era
Navidad, había que estar alegre y demostrar que eran amigos.
Al día
siguiente los habitantes se despertaron siendo testigos de un acontecimiento
terrible: la nieve había desaparecido y las estrellas de luz se habían apagado.
¿Cómo era posible? Asustados, los animales se congregaron alrededor del Gran
Árbol, en busca del sabio consejo del Sr. Búho.
-Queridos
habitantes del bosque, el espíritu de la Navidad se ha ido –sentenció Búho.
-¿Y cómo
podemos hacer que vuelva? –preguntó asustada la Sra. Ardilla.
-Oh, no, nos
vamos a quedar sin Navidad –sollozó un lobezno.
-Hoy es un día
muy triste para nuestro bosque. La envidia ha desatado unas reacciones
negativas en cadena. La nieve se ha derretido, las estrellas han dejado de
lucir y la obra de teatro peligra –advirtió Búho.
Oso estaba escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque sabía que era el desencadenante de la situación, pero había que ser valiente y afrontar las consecuencias de los propios actos, así que se decidió a salir, aunque tímidamente.
-Eh, amigo, lo
siento mucho. Estoy arrepentido de mi comportamiento. Si hay algún culpable,
ése soy yo. Me cegó la envidia. ¿Qué puedo hacer para enmendar mi error?
-No, no tienes
por qué cargar con las culpas tú sólo, yo también he contribuido con mi mala
conducta. Si sirve de algo yo también lo siento. No quería que pasara esto –se
lamentó Castor.
La Sra. Lince
se acercó a la Sra. Pata, que estaba con sus patitos muy cerca de ella, y le
dijo:-Si te hace ilusión, te cambio el vestido, me importa más tu amistad que
un trozo de tela. Somos amigas y nuestros pequeños juegan juntos –exclamó la
Sra. Lince dándole un abrazo a la Sra. Pata.
-¡Mirad, está
nevando! –gritó con entusiasmo una voz.
-Sí y parece
que en el cielo brillan de nuevo las estrellas. El espíritu de la Navidad ha
vuelto –se oyó.
Ese año, la
Navidad se vivió con mucha más intensidad en el bosque, al fin y al cabo
estuvieron a punto de perderla para siempre. Pero habían aprendido la lección y
ahora sabían que la envidia cegaba y tenía unos efectos muy negativos que no se
podían controlar.
Los animales
habían ahuyentado la Navidad con su conducta, aunque en ellos mismos residía
también el poder de resucitar su alma. Así que para que no se les olvidara
nunca aquel susto y a partir de ahora prestaran atención a sus comportamientos
con los demás, construyeron un gran cartel de madera que colgaron de una de las
ramas del Gran Árbol, en el que se podía leer la siguiente inscripción:
«El tesoro más
valioso que posees es la amistad, cuídalo todos los días y crecerá».
Fin
©Helena López-Casares Pertusa
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